Nuestra Historia y Legado
Nelson González Rojas, apodado por sus colegas como el "Emperador de la salsa" y reconocido por Sony Music como uno de los mejores del Milenio, fue un virtuoso pianista y arreglista venezolano de salsa, música tropical y otras expresiones sonoras. Su orquesta, "Nelson y sus Estrellas", creó canciones que no solo resaltaron la cultura hispanoamericana, sino que también captaron la atención de audiencias en todo el mundo. Nelson David González Rojas nació el 29 de diciembre de 1946 en el popular barrio de Catia, en Caracas, Venezuela. Desde su niñez, mostró un talento excepcional para la música, aprendiendo de manera autodidacta a tocar el arpa, la guitarra y el piano, lo que llamó la atención de sus allegados y lo animó a seguir ese camino. Aunque llegó a estudiar matemáticas y física en la Universidad Central de Venezuela, rápidamente entendió que su verdadera vocación era la música. Por ello, decidió dejar sus estudios universitarios para fundar, en compañía de amigos como Edgar Lara, Joe Balsa y su hermano menor Luis Felipe, una pequeña escuela de música que formó a jóvenes intérpretes y que, con el tiempo, dio origen a la agrupación “Nelson y sus Estrellas”. El nombre de la orquesta se debió a la calidad de sus integrantes, pero, sobre todo, para dejar claro quién era el líder.
En 1966, con solo 19 años y varios integrantes aún más jóvenes, Nelson y su agrupación lanzaron su primer álbum, “Cosa Buena”, con el sello “Palacio de la Música”. A diferencia de otros creadores noveles de la época, Nelson no se limitó a la simple imitación, sino que presentó un sonido con características muy propias e innovadoras. Su música se caracterizó por una dinámica especial, cambios de ritmo y armonía, melodías no convencionales, mezclas que parecían extrañas pero que encajaban a la perfección, e instrumentación novedosa: batería, pandereta, un bajo potente tocado por su hermano Luis Felipe (quien también era una de las voces líderes de la banda), y a veces el acompañamiento de trompetas, solas o mezcladas con trombones, y en ocasiones, un formato charanguero con violines y flauta. También se incluían guitarras acústicas o eléctricas. Nelson siempre reconoció el influjo de Dámaso Pérez Prado y la “Sonora Matancera”, pero en muchos otros casos expresó algo completamente diferente que, por su impacto, otros después imitaron, como “Fruko y sus Tesos” en Colombia y Alfredito Linares en Perú.
El éxito comercial de “Nelson y sus Estrellas” hizo que empezara a sonar, no solo en Venezuela, sino en lugares cercanos como Colombia, con canciones como “El ritmo de allá” y “Tema del papelón”. Por ello, Nelson fue rápidamente invitado a tocar con su orquesta en Colombia, país que andaba descrestado por esas nuevas sonoridades en boga. Su debut en Colombia no fue en cualquier escenario, sino en plena Feria de Cali, al final de 1969, con un toque legendario que ha sido mitificado por numerosos escritores y creadores. Allí alternó con la genial, innovadora y poderosa agrupación de Ricardo Ray y Bobby Cruz. En dicha presentación en la recordada “Caseta Panamericana”, Nelson estuvo a la altura de las expectativas, tuvo un mano a mano con Richie Ray y quedó consagrado en la memoria de los muchos que todavía hoy afirman haber estado allí.
Después de esa poderosa presentación, “Nelson y sus Estrellas” se volvió una agrupación habitual en Colombia, recorriendo su territorio a lo largo y ancho, participando en numerosas celebraciones populares y lanzando, una y otra vez, canciones que sonaban permanentemente en todas partes. Esto llevó a que decidiera lanzar un álbum titulado “Para Colombia” que dejó éxitos como “Canto de la montaña”, “Besitos del corazón”, “El Emperadorcito”, “Cosas del amor”, “A Fusagasugá” y “El Sanjuanero”. Este disco demostró el profundo cariño e impacto que Nelson sentía por este país. De hecho, el éxito que Nelson tuvo en Colombia fue tan grande que, con el tiempo, empezó a permanecer más en este país que en su natal Venezuela. Esto se debió a que los sellos discográficos con los que grababa en Venezuela, como “El Palacio de la Música” y “Discomoda”, tenían mayor presencia en Colombia, lo que le brindaba a Nelson más promoción y, por ende, mayor impacto y trascendencia entre la gente. Nelson, quien no fingía una humildad que no tenía, declaró haber sido fundamental para el desarrollo de la salsa colombiana, considerándose el papá musical de “Fruko” y el abuelo de Niche y Guayacán.
A pesar de las críticas de algunos salseros ortodoxos que lo veían como “excesivamente comercial” por incursionar en la “música tropical” o “chucu chucu”, Nelson entendió que por ahí se podía meter comercialmente. Comenzó a grabar varios “chucu chucus”, pero con un tumbao que, si era el caso, se salseaba y rockeaba, expresando el sabor y virtuosismo propio en el piano y de su hermano Luis Felipe en el bajo, además de la fuerza de unos arreglos que seguían siendo novedosos. Siempre fue clave la fuerza de unas voces chéveres y muy características como las de Joe Balsa, Edgar Lara, Tulín León, Luis Felipe, Franklin Castillo y César Navas. Cada vez que Luis Felipe González, Edgar Lara o cualquier otro de los vocalistas permanentes u ocasionales de la banda decía “Juégale, Nelson”, se sabía que el piano se iba a soltar y que el pausado, pero sabroso ritmo del porro setentudo se iba a salsear y a poner a bailar a la gente.
“Nelson y sus Estrellas” continuó con álbumes poderosísimos y canciones muy exitosas, alternando en Colombia más con Pastor López que con Willie Colón, aunque siempre con “Fruko y sus Tesos”, una especie de agrupación hermana. Además, comenzaron giras internacionales por Centro y Suramérica, y poco después Estados Unidos y Europa, donde las colonias colombianas y venezolanas lo acogían con entusiasmo. A mediados de los setenta, Nelson tuvo una crisis de salud debido al asma que siempre lo aquejó, lo que lo hizo alejarse por más de un año de los escenarios. Su hermano Luis Felipe, con un formato algo diferente, lanzó la agrupación “Don Filemón y su Banda”, que dejó el tema clásico “La Saporrita”. Nelson continuó actuando, aunque los éxitos se fueron espaciando y, ya para los años ochenta, dejó de grabar tan seguido, a pesar de que sus canciones “clásicas” seguían bailándose, volviéndose características de la denominada “música de balneario”. Posiblemente, sus últimos éxitos fueron “Luna del Río” y “Tócame un porro”, de 1984.
A pesar de esto, “Nelson y sus Estrellas”, aunque bajó su ritmo de toques, siguió actuando, pero sin grabar nuevos éxitos y con un nivel que palidecía con los viejos buenos tiempos, con músicos arrejuntados para la ocasión respectiva y voces que estaban muy lejos de la calidad de los cantantes originales. Sin embargo, Nelson siguió siendo recordado y, de hecho, varias veces recibió reconocimientos públicos por parte de alcaldes y congresistas, quienes lo condecoraron por ser un representante insigne de la música en Colombia, lo cual lo llenaba de orgullo. Nelson fue capaz de captar lo que estaba pasando y transmitirlo a las diferentes audiencias de una manera fiel y al tiempo original y renovadora, a lo largo de 28 producciones discográficas de estudio. Su impacto poderoso en la sociedad colombiana se puede observar en el mediometraje “Cali de Película” de 1973, dirigido por Carlos Mayolo y Luis Ospina, que termina con una celebración popular en la que los jóvenes de aquel entonces bailan felices “Payaso”.
El maestro Nelson González falleció el pasado sábado 24 de mayo de 2025 en una clínica de Bogotá, la capital de Colombia, ciudad en la que residía desde hacía varias décadas. La obra de González, sabrosa, novedosa, original y moderna, que se volvió clásica, se encuentra en la memoria de gran parte de la gente, sobre todo de Colombia, donde marcó una pauta para tocar una música que otros siguieron. Su música también trascendió en su tierra natal, Venezuela, y algunos otros epicentros salseros como Perú. La muerte física de Nelson, a los 78 años de edad, constituye una fuerte pérdida para quienes lo seguían y admiraban. Sin embargo, su última voluntad fue clara: que la música y el legado de Nelson y Sus Estrellas continuaran. Hoy, la orquesta sigue viva, bajo la dirección de su digno heredero, el "Emperadorcito", Nelson David González Jr., quien alza la batuta para mantener la rumba interminable y llevar el inconfundible mensaje musical por el mundo. Con cada nota, la leyenda nunca muere, y la pasión que Nelson D. González encendió sigue fluyendo, honrando su memoria y haciendo vibrar el corazón de millones.
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